CHAU SAN JORGE!!!!!!!!

miércoles, 24 de noviembre de 2010

“No quiero megaminería en mi pueblo, y si no me entendés, te lo explico con dibujitos”

16 de Noviembre de 2010 |09:26
“Si no me entendés, te lo explico con dibujitos”
por Eugenia Segura, habitante de Uspallata
El pasado 26 de octubre, en la localidad de Uspallata, se celebró una audiencia pública sin precedentes en la historia de la provincia y del país sobre el proyecto megaminero San Jorge. El rechazo expresado por el 77% de los oradores dejó en evidencia el alto grado de conciencia y la abrumadora cantidad de argumentos por los que mendocinos y uspallatinos han decidido no otorgarle la licencia social a este emprendimiento.
 
“No quiero megaminería en mi pueblo, y si no me entendés, te lo explico con dibujitos” así concluía la exposición de una niña uspallatina, Florencia Bressán. Con tan sólo 11 años sobre esta tierra, Florencia fue capaz de entender –y graficar– el alto grado de comprensión de casi todos los habitantes del valle en torno a los daños que esta empresa de capitales canadienses ya comenzó a generar con la alteración del clima social. Un cementerio dorado con cruces negras para advertir sobre las consecuencias que esta fiebre del oro, y de otros metales destinados a abastecer la escalada de la industria bélica, y las demandas irracionales de consumo de los países del norte, produce sobre poblaciones inocentes. Un enorme billete de un dólar adherido a un hombre pequeñito: “Nos compran por poco”, explica. Y finalmente, una sucesión de casas partidas por la mitad, expresaba con crayones las heridas abiertas en el tejido social desde el arribo de la trasnacional extranjera.
 
“Pases de factura vecinales”, “un strip-tease de la sociedad local” fueron algunos de los términos con los que el comunicado de la mining press, disponible en www.proyectosanjorge.com (a comentarios cerrados) desestimó este reclamo, que tal vez tuvo su punto más álgido en las palabras y el llanto de María Jesús Cortés o en la secuencia de los hermanos Pizarro. “Acordate hermano cuando rompíamos los caños para que no drenaran la laguna de Horcones, cuando íbamos por la noche a liberar a los cóndores en el zoológico. Los ideales no se transan”, le recordaba uno al otro, que se había manifestado por el sí a la megaminera unos minutos antes. Mucho más que un strip-tease o pase de facturas vecinales, estas y muchas otras microhistorias semejantes les dieron espesor y temperatura a las cifras heladas y argumentos huecos con los que la empresa trataba de convencer a los que no pudieron comprar. Desde el vamos, la exposición oficial comenzó con: “los fenicios…” (!!!) y una ridícula comparación de Uspallata con la isla de Cerdeña, que tuvo minería –obviamente no hidroquímica a cielo abierto– desde el 6.000 A.C. hasta la Edad Media, y hoy vive del turismo. Hipótesis que más tarde fue reducida al absurdo por un disertante que dijo: “Si fuera por ustedes, el Partenón no existiría”, como si la minería que implica una cantera de mármol pudiera compararse a la que utiliza cantidades siderales de agua, y toneladas diarias de explosivos y sustancias tóxicas como el cianuro, el ácido sulfúrico, el xantato.
 
Frente al monotemático “progreso-tecnología-puestos de trabajo”, sorprendió la cantidad de objeciones que se esgrimieron tanto desde el punto de vista científico como desde el simple sentido común. El consumo descomunal de agua, ante la emergencia hídrica, y el estudio del doctor José María Cortés, que demuestra que tanto el tajo a cielo abierto como las escombreras y la parte sur del dique de cola están, inevitablemente, sobre la cuenca de Uspallata, que aporta al río Mendoza, fueron profusamente citados. Pero también el doble discurso de la empresa fue desmontado punto por punto, en cuanto dicen que respetan la legislación vigente (ya vemos cómo respetan en San Juan la ley de glaciares) al tiempo que mantienen una demanda contra el Estado para derogar la ley provincial 7.722; y las emisiones de disulfuro de carbono, gases de efecto invernadero y poliacrilamida acrilato de sodio, que violan la ley nacional 24.051 de Residuos Peligrosos, el derecho constitucional a un ambiente sano y diversos protocolos y límites establecidos por la Organización Mundial de la Salud, respectivamente. También se alegó el daño económico en otras actividades como el turismo y el agro, el saqueo de recursos no renovables, y las innumerables fallas y omisiones deliberadas de un Informe de Impacto Ambiental que fue repetidamente calificado de “mamarracho”, “chastrinada”, así como la propaganda de la minera fue cuestionada en tanto “subestimación de nuestra inteligencia”.
 
Resulta preocupante el autismo tanto de la empresa como de ciertos medios masivos de comunicación, y de nuestras autoridades (ya vemos cómo el gobernador Celso Jaque insiste en darle prioridad a un emprendimiento privado por sobre la clarísima voluntad del pueblo) que se empeñan en desoír y ocultar lo inocultable: el proyecto es técnicamente inviable y no cuenta con la licencia social. El rechazo de 143 oradores –de un total de 185– reflejó a una amplia mayoría que, al final de la sesión, se puso a cantar el Himno Nacional a voz en cuello, así lo demuestra. Porque en definitiva, somos nosotros, uspallatinos y mendocinos, quienes ponemos todo: el agua, la energía, el cobre, el oro, pero también nuestros cuerpos y nuestras vidas, a cambio de un miserable 3% de regalías y escasos 200 puestos de trabajo durante sólo 16 años.
 
Y demostró que, frente al egoísmo y la codicia del “enriquézcase quien pueda”, nada puede con un pueblo que toma conciencia de su propio valor, y elige crecer a su ritmo. En respeto a las generaciones venideras, y en armonía con esta Matria que nos constituye cada vez que tomamos un sorbo de agua, respiramos, y nos alimentamos de ella.
 
Las cosas por su nombre
“Un marxista cínico bien podría decir que la audiencia pública fue una expresión de la lucha de clases en Uspallata”. Llama la atención que una frase semejante se encuentre precisamente en el citado comunicado de prensa del sitio web de Proyecto San Jorge. Más allá de que la simple conciencia de ser humanos a la que apelamos no tenga izquierda ni derecha, de que el agujero de ozono, el aire envenenado con metales pesados; y el progresivo deterioro de la tierra y el agua afecte, más tarde o más temprano, a ricos y pobres por igual (la contaminación no discrimina); como laburante del lenguaje no deja de preocuparme el tipo de discursos que mueve la empresa. En una nota publicada en el diario Tiempo Argentino 15/8/10, el gerente de la empresa, Julio Ortiz declara: “Ellos no están a favor del medio ambiente, ellos lo que están es en contra de cualquier emprendimiento que les quite la hegemonía económica y el capitalismo que detentan en el lugar”. Vaya una paradoja: un alto ejecutivo de una trasnacional que mueve millones acusa al panadero, al ferretero, a docentes chacareros, etc., de “detentar la hegemonía capitalista”. Sin embargo, este es el terreno simbólico que pisan para sembrar la discordia, la codicia y la envidia dentro de una comunidad en la que juegan perversamente con la necesidad de trabajo de los sectores más carenciados.
 
Un marxista más cínico aún podría retrucarle que la megaminería hidroquímica a cielo abierto apenas genera un puesto de trabajo por cada millón de dólares que invierte, y mejor ni sacar el promedio con las ganancias que extrae, para no caer en la cuenta de qué tan ceros a la izquierda somos. Tanta “tecnología” ha dejado el concepto de plusvalía del filósofo alemán más pulverizado que los mismísimos cerros, de los que estas empresas extraen no sólo cobre y oro (hay, por ejemplo, 13 millones de onzas de plata no declaradas en San Jorge), sino también metales estratégicos como el molibdeno, el renio (que llega a cotizar U$S 25.000 dólares el kilo, y no es para menos: la velocidad de los aviones depende de él), y las llamadas “tierras raras”, claves para la industria armamentística y la alta tecnología, que cruzan nuestras fronteras bajo el nombre de “impurezas de exportación”.
 
Se repite como un estribillo, a lo largo de toda Latinoamérica, una especie de matriz dizque lógica: el cianuro no es malo, puesto que lo contienen las almendras (como si fuera lo mismo una almendra que 9 toneladas de cianuro diario), los cadáveres contaminan la tierra con xanteína, entonces por qué no echarle toneladas de xantato. La profesora Diana Mutti (de la Universidad de Buenos Aires), en el programa pro minero DEF TV, para defender las emisiones de polvo que levantan las voladuras, llegó a decir que hasta las pisadas humanas levantan polvo. ¿Hace falta decir que no es lo mismo una bicicleta que un misil, un celular que un bombardero, una sartén que un lingote de oro enterrado en el depósito de un banco, por más metálicos que sean?
 
Del mismo modo, comparan el uso del agua de San Jorge (141 litros por segundo) al riego por goteo de 140 hectáreas de viña (en realidad, según el Dictamen técnico de la CPA, se riega 4 veces más con la misma cantidad de agua), pero bueno, al menos yo, en todos los años que llevo viviendo en Mendoza, jamás vi un viñedo con un dique de colas de 800 hectáreas al lado. Y así, en definitiva, nos quieren hacer creer que la culpa de la falta de agua la tiene la vecina que riega los malvones.
 
Minería golondrina, como la llaman en el Norte, ante la pregunta de quién va a controlar, después de los 16 años que dure el proyecto, el muerto que nos dejan (semejante dique de colas en una zona sísmica), responden que se impermeabiliza solo, que después te lo van a parquizar y a convertirlo en una especie de lago de los cisnes. O bien, en el mismísimo Informe de Impacto Ambiental, que los decibeles que producen 13 toneladas de explosivos diarios se quedan en Tambillos, y no van a superar, para los oídos uspallatinos, el ruido de una biblioteca pública. Como si esas montañas, de las que sólo pedimos que las dejen en paz, ahí donde están desde hace millones de años, quietitas –porque esa es la costumbre de los cerros– no hicieran eco –y aludes– ante estas (y tantas otras) verdades simples de las que cualquier habitante del desierto con dos dedos de frente puede darse cuenta. El agua vale más que el oro, y no hay vuelta que darle.
 
Así hablan
Tal vez, para entender ese manejo de discursos, habría que ir a las fuentes y ver cómo hablan entre sí los hombres de negocios. Un artículo publicado en la revista The Economist el 08/02/1992, en la página 66, cita un memorando que Lawrence Summers, economista jefe del Banco Mundial, les envió a sus colegas. Literalmente, dice: “Numerosos países se encuentran muy subcontaminados, por lo que sería lógico que recibieran industrias sucias y residuos industriales, ya que tienen una mayor capacidad de absorción de contaminantes sin que se produzcan grandes costos”. Esta manera de referirse a nuestra tierra en términos tomados de alguna publicidad de pañuelos descartables –o algo peor– puede aparecer sin despeinar a nadie que consulte la sección Negocios de esa revista, incluso es hasta lógica. Impecable. “La exportación de una carga de basura tóxica a un país con salarios más bajos es impecable y debemos tenerla en cuenta”, recomienda Summers, y explica por qué: “Las sustancias cancerígenas tardan muchos años en producir sus efectos, por lo que estos serán mucho menos llamativos en países con una expectativa de vida baja, es decir, en los países pobres donde la gente se muere antes de que el cáncer tenga tiempo de aparecer”. De hecho, explica y remarca, por si acaso algún Bush se encuentra entre sus lectores.

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