por Juan Carlos Albornoz
Todos los esfuerzos del operativo para cuidar al gobernador resultaron insuficientes. A dos minutos de las 22, Celso Jaque ingresó al anfiteatro Frank Romero Day acompañado de una sonora rechifla, cargada de significación. Por segundo año consecutivo, el público lo repudió.
Jaque ingresó por el sector de las autoridades y aunque trató de entrar a toda velocidad, una estela de silbidos lo acompañó hasta el ingreso al lugar de butacas.
El mandatario entró prácticamente blindado por el operativo de seguridad, que atropelló a toda velocidad periodistas y público e impidió cualquier pregunta.
El gobernador venía en medio de esa guardia de hierro, como en un estado hipnótico, cantando “Virgen de la Carrodilla”. La canción no había sido elegido al azar: en ese momento, con las luces apagadas, el cantante Cristian Soloa cantaba a capela el tema en honor a los chilenos.
Nada distrajo al público. Y nada impidió una nueva tragedia. A Jaque lo silbaron (con un poco menos de intensidad que el año pasado) otra vez en el anfiteatro Frank Romero Day. Incluso algunos arrojaron cosas e insultaron a su paso, en una variante del desprecio evidente a su investidura.
El gobernador esta vez trató de ignorar el repudio popular. Pero él y algunos incondicionales que marchaban en el centro del grupo custodiado, como su esposa Liliana Landete y la diputada Patricia Fadel, tienen que haber sido los únicos que no escucharon o pretendieron no hacerlo.
Instantes antes de su ingreso, MDZ consultó al ministro de Gobierno Mario Adaro para saber si los silbidos que ya se escuchaban desde el ala sur del teatro griego era por la entrada del gobernador. Desfigurado, el funcionario lo reconoció con un concreto “sí”.
Tampoco se hizo el desentendido (y este es verdaderamente un dato político) el vicegobernador Cristian Racconto.
-¿Qué opina de los silbidos?, consultó MDZ al vicegobernador, que venía unos pasos atrás de Jaque.
-No hay que menospreciar a la gente, contestó con dureza el vice.
Jaque ingresó por el sector de las autoridades y aunque trató de entrar a toda velocidad, una estela de silbidos lo acompañó hasta el ingreso al lugar de butacas.
El mandatario entró prácticamente blindado por el operativo de seguridad, que atropelló a toda velocidad periodistas y público e impidió cualquier pregunta.
El gobernador venía en medio de esa guardia de hierro, como en un estado hipnótico, cantando “Virgen de la Carrodilla”. La canción no había sido elegido al azar: en ese momento, con las luces apagadas, el cantante Cristian Soloa cantaba a capela el tema en honor a los chilenos.
Nada distrajo al público. Y nada impidió una nueva tragedia. A Jaque lo silbaron (con un poco menos de intensidad que el año pasado) otra vez en el anfiteatro Frank Romero Day. Incluso algunos arrojaron cosas e insultaron a su paso, en una variante del desprecio evidente a su investidura.
El gobernador esta vez trató de ignorar el repudio popular. Pero él y algunos incondicionales que marchaban en el centro del grupo custodiado, como su esposa Liliana Landete y la diputada Patricia Fadel, tienen que haber sido los únicos que no escucharon o pretendieron no hacerlo.
Instantes antes de su ingreso, MDZ consultó al ministro de Gobierno Mario Adaro para saber si los silbidos que ya se escuchaban desde el ala sur del teatro griego era por la entrada del gobernador. Desfigurado, el funcionario lo reconoció con un concreto “sí”.
Tampoco se hizo el desentendido (y este es verdaderamente un dato político) el vicegobernador Cristian Racconto.
-¿Qué opina de los silbidos?, consultó MDZ al vicegobernador, que venía unos pasos atrás de Jaque.
-No hay que menospreciar a la gente, contestó con dureza el vice.
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